Una tarde, hace poco más de 20 años, mientras veía la película Himalaya, de Eric Valli, en el preciso momento en que, luego de morir un personaje, tiraban sus restos a las aves carroñeras en un rito mortuorio, alguien vociferó mi nombre, me sacó de la sala y me llevó a una oficina en donde mi informaron que mi tía, la pintora, intérprete del tarot y oficinista, Doris Patricia Moreno Restrepo, había muerto.

Ella: otro número en este infinito de decesos por causa violenta en Colombia, sin razón alguna o sin razón resuelta.

Todo crimen tiene razón de ser, toda muerte tiene un sentido, dicen.

Toda existencia es absurda, grito a las montañas esperando que el eco me responda.

Solo ausencia: maleza que crece constante, violente y horrorosa, e invade mi ser a fuerza de oscuridad y frío.

Pero ¿qué queda, de ella, me pregunto?: objetos propios, archivos, sus pinturas, cartas, restos, algunas fotografías a las que trato de dar sentido y de las que luego nadie sabrá nada, y los recuerdos de quienes la amamos.

La vida se da a partir del alimento que surge de la tierra cuando los muertos devuelven los nutrientes.

Tarde o temprano la existencia se lo come todo. ¿Y después?: vacío… silencio… e imagen.

@malnumero